A la izquierda, la gráfica de ancho de banda entrante y saliente en Tuenti durante el partido España-Italia, el evento de mayor audiencia de la historia de la televisión en España, con casi dieciséis millones de espectadores. En un subsegmento como el del público de Tuenti, definido como el de los llamados “nativos digitales”, ¿qué demuestra este gráfico? Simplemente, que nadie se queda a ver los anuncios de televisión.
Según cuenta Enrique Dans, Ícaro Moyano ha recogido en estas dos entradas del blog de Tuenti los datos de los servidores en los partidos España-Rusia, Suecia-España y España-Italia, y los datos no dejan lugar alguno a la especulación: en cada momento de corte publicitario, incluso durante el mínimo intermedio de la prórroga, los espectadores abandonaban la pantalla de la televisión y se volvían a la del ordenador, en una modalidad de zapping especialmente interesante: un zapping que ya no se produce entre diferentes canales, sino entre diferentes medios. Un zapping que no recogen los audímetros: el desprecio al contenido del corte publicitario es tan grande, que ni te preocupas en tocar el mando. Simplemente le niegas tu atención y se la entregas al portátil que tienes en las rodillas o al ordenador que tienes en otra habitación.
Ante semejante palmaria evidencia, ¿cuál es la respuesta de los canales de televisión? La de Cuatro, la tenemos clara y patente: dado que insistimos en irnos en cada corte, hay que hacer los cortes cuando hay algo que estamos deseando ver: en el caso del partido con Italia, la respuesta fue el desprecio más absoluto a los millones de espectadores que, congregados ante la pantalla, deseaban ardientemente ver esos emotivos momentos de celebración, de abrazos y lágrimas, de oponentes moralmente destrozados y físicamente deshechos mientras “la roja” celebraba su triunfo por todo lo alto, y ofrecernos un larguísimo e insensible corte comercial del que, además, presumen por haber logrado tener los anuncios más vistos de la historia de la televisión en España. Obviamente, sin que las marcas anunciadas (Coca Cola, Audi, Toyota, Mahou o Turismo de Andalucía entre otras) sean aparentemente conscientes de que durante ese corte, los espectadores que dirigieron sus globos oculares hacia la pantalla de la televisión estaban, con los ojos como platos, maldiciendo a Cuatro, a la marca que le privaba de esos momentos mágicos, y a la madre que los parió a todos ellos. Cuando la emisión volvió, los jugadores estaban ya en los vestuarios, y Cuatro se había convertido en el ladrón que robó a los españoles un histórico e histérico, pero sin duda precioso, momento de celebración deportiva.
Las conclusiones son claras: si quieres pagar una auténtica millonada para que un canal de televisión te engañe y presuma contándote que lo espectadores vieron tu anuncio, y para que muchos de ellos te odien por haberles fastidiado su momento mágico, ya sabes: anúnciate en la televisión que menos respeto ha demostrado a sus espectadores. Pero que sepas que nada de lo que te cuentan es verdad: un gran número de espectadores no estaban viendo tus anuncios, sino pasando olímpicamente de ellos (y de Cuatro, y de ti, y hasta de tus peces de colores), y otro gran número se estaba acordando de los familiares más cercanos de los que tuvieron la peregrina ocurrencia de hacer algo así.
El drama de lo que se ha convertido en la gran mentira de la publicidad está servido: tras pagar millones por un contenido, resulta que los intentos por rentabilizarlo mediante lo único que sé hacer, la consabida “publicidad de interrupción”, se encuentran con el obstáculo de que, cada día menos, los espectadores no soportan dicha interrupción. Se acuerdan de la familia de tu comentarista la enésima vez que dice eso de “llama ahora para ganar mil euros en nuestro concurso…” o aquello de que “los San Fermines también son en Cuatro” (¿qué harán allí? ¿Cortarán para poner publicidad cuando los astados enfilen Estafeta?), te vuelven la espalda en cada corte publicitario, y te odian cuando les privas de algo que querían ver.
Houston, Houston… tenemos un problema…
jueves, 26 de junio de 2008
El drama de la publicidad en televisión
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