En 1928, el New York Times instaló sobre la fachada de su sede en el corazón de Manhattan un "ticker", un dispositivo mecánico que permitía mostrar a los peatones los titulares de las noticias que iban llegando a su redacción. Por primera vez, los flujos de información se convertían en arquitectura, en parte del paisaje urbano. Se trataba del primer paso hacía la avalancha de textos e imágenes en movimiento que caen hoy sobre los turistas en Times Square.
Desde hace unas semanas, el ticker ha vuelto al mítico diario neoyorquino, reencarnado en una ambiciosa instalación que ocupa la entrada de su flamante nuevo edificio en la octava avenida.
Moveable Type, de Ben Rubin y Mark Hansen, es un retrato en tiempo real de una de las fábricas de información más influyentes del mundo, y de las pequeñas historias que se ocultan en su interior. Quinientas sesenta pequeñas pantallas, repartidas a ambos lados de un pasillo, reproducen una cascada interminable de frases que a los segundos se desvanecen. Proceden de los artículos que aparecen en el periódico de ese día, pero también de las búsquedas que realizan los usuarios de la web, y de los comentarios que dejan en sus historias. Para el visitante que se para frente a las pantallas es cómo leer un diario escrito en forma de monólogo interior joyceano, en que la actualidad del día empieza a revelarse lentamente a través de destellos y fogonazos de texto.
Más información en Elástico, a partir del artículo publicado originalmente en El Cultural de El Mundo del 20 de Diciembre
Moveable Type, de Ben Rubin y Mark Hansen, es un retrato en tiempo real de una de las fábricas de información más influyentes del mundo, y de las pequeñas historias que se ocultan en su interior. Quinientas sesenta pequeñas pantallas, repartidas a ambos lados de un pasillo, reproducen una cascada interminable de frases que a los segundos se desvanecen. Proceden de los artículos que aparecen en el periódico de ese día, pero también de las búsquedas que realizan los usuarios de la web, y de los comentarios que dejan en sus historias. Para el visitante que se para frente a las pantallas es cómo leer un diario escrito en forma de monólogo interior joyceano, en que la actualidad del día empieza a revelarse lentamente a través de destellos y fogonazos de texto.
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